Arturo Pérez Reverte
Alfaguara, Kindle, 2019
El autor es escritor, periodista y español. Y su mirada tiene esa mezcla de admiración, rabia y resignación, no exenta de ternura, propia de los que quieren al país donde nacieron. Esta obra es el compendio de sus artículos periodísticos publicados semana a semana, por más de cuatro años, en el periódico español XL Semanal y desde la primera página el lector es cautivado por la diversión con que, sin duda, el autor escribió cada uno de los capítulos.
Transitando por la historia española, cada etapa despachada en unas pocas páginas, mostrando erudición, capacidad de síntesis y, sobre todo, sentido del humor, Pérez Reverte comienza desde Ishapan, o tierra de conejos, como se llamaba España y donde la “envidia y mala lecha eran marca de la tierra ya entonces”; pasando por la dominación de Roma, la conquista árabe, el Imperio de Carlos V, la formación de los diferentes reinos hispánicos, la relación con Europa, la conquista de América, la pérdida del Imperio, la Reforma Protestante, la Guerra Civil, hasta llegar al día de hoy. Nada se escapa de su pluma, liviana y españolísima.
Como no es un historiador profesional, sino que proviene de la literatura, el autor se permite una libertad que se agradece para narrar y observar los acontecimientos desde la luz ( o sombra ) del presente.
Imperdible para los que se interesen en la historia española y quieran pasar un buen rato con párrafos como este:
“ (…) habiendo sido todos los pueblos de la Historia exactamente igual de hijos de su pinche madre (lo mismo en el siglo XVI como ahora en la Europa comunitaria) la mayor parte de las leyendas negras nos las comimos y nos las seguimos comiendo nosotros. Felipe II, por ejemplo, que aunque aburrido y meapilas hasta lo patológico era un chico eficaz y un competente funcionario, ni mandó al cadalso a más gente de la que despacharon por el artículo catorce los luteranos, o Calvino, o el Gran Turco, o los gabachos durante la noche de San Bartolomé; o en Inglaterra María Tudor (Bloody Mary, de ahí viene), que se cargó a cuantos protestantes pudo, o Isabel I, que aparte de piratear con muy poca vergüenza y llevarse al catre a conspicuos delincuentes de los mares- hoy héroes nacionales allá- mandó matar católicos lo que no está escrito. Sin embargo, todos esos bonitos curriculums quedaron en segundo plano; porque cuanto la Historia retuvo de ese siglo fue lo malos y chuletas que éramos los españoles, con nuestra Inquisición (como si los demás no la tuvieran)…”