Arguedas José María
Biblioteca Ayacucho, 1978
En esta novela, genuinamente poética, con elementos autobiográficos que ubican al protagonista y narrador, el niño Ernesto, recorriendo junto a su padre un Perú diverso, viviendo entre indígenas y descubriéndose en cada episodio en una identidad compartida con ellos. En un esfuerzo por comprender y aprehender la forma de estar en el mundo del indio, el autor utiliza un lenguaje único que une a la razón, la emoción, la intuición y la magia. Los ríos profundos, o Uku Mayo, hablan de la naturaleza y de las corrientes subterráneas originarias que atraviesan nuestro continente; y es una invitación a mirarlas y sentirlas.Publicada en 1958, la novela instala a su autor en lo más alto de la corriente indigenista y de la literatura latinoamericana. Publicada en 1958, la novela instala a su autor en lo más alto de la corriente indigenista y de la literatura latinoamericana. “Formaba esquina. Avanzaba a lo largo de una calle ancha y continuaba en otra angosta y más oscura, que olía a orines. Esa angosta calle escalaba la ladera. Caminé frente al muro, piedra tras piedra. Me alejaba unos pasos, lo contemplaba y volvía a acercarme. Toqué las piedras con mis manos; seguí la línea ondulante, imprevisible, como la de los ríos, en que se juntan los bloques de roca. En la oscura calle, en el silencio, el muro parecía vivo; sobre la palma de mis manos llameaba la juntura de las piedras que había tocado. (…)Eran más grandes y extrañas de cuanto había imaginado las piedras del muro incaico; bullían bajo el segundo piso encalado, que por el lado de la calle angosta, era ciego. Me acordé, entonces, de las canciones quechuas que repiten una frase patética constante: “yawar mayu”, río de sangre; “yawar unu”, agua sangrienta; “puk-tik’ yawar k’ocha”, lago de sangre que hierve; “yawar wek’e”, lágrimas de sangre. ¿Acaso no podría decirse “yawar rumi”, piedra de sangre, o “puk’tik yawar rumi” Esa angosta calle escalaba la ladera. Caminé frente al muro, piedra tras piedra. Me alejaba unos pasos, lo contemplaba y volvía a acercarme.
Reseña de Rodrigo Aravena