Paul Auster
Anagrama, 2007
¿Es un viaje en busca de un amigo perdido o es un viaje para recobrarse a sí mismo? Esa es la pregunta que flota en el aire mientras leemos esta pequeña obra de Paul Auster con que concluye su Trilogía de Nueva York.
Como toda buena obra de ficción es ambas cosas, y más; no admite respuestas únicas y el lector debe ser capaz de soportar las incertezas y la ambigüedad que atraviesa la novela desde su inicio:
“Ahora me parece que Fanshawe siempre estuvo allí. Él es el lugar donde todo comienza para mí, y sin él apenas sabría quién soy. Nos conocimos antes de que supiéramos hablar, bebés con pañales gateando por la hierba”.

Paul Auster
Anagrama, 2007
¿Es un viaje en busca de su amigo perdido o es un viaje para recobrar algo perdido? Esa es la pregunta que flota en el aire mientras leemos esta pequeña obra de Paul Auster que completa su Trilogía de Nueva York. Como en toda buena obra de ficción, las respuestas son múltiples y las certezas, ninguna. Y esta incertidumbre comienza desde la primera frase:
“Ahora me parece que Fanshawe siempre estuvo allí. Él es el lugar donde todo empieza para mí, y sin él apenas sabría quién soy. Nos conocimos antes de que supiéramos hablar, bebés con pañales gateando por la hierba”