Pedro Lemebel
Facsimilar sello Ergo Sum, 1986.
Seix Barral, 2018.
No es el Lemebel autor de Incontables, la forzada edición y rescate de sus primeros cuentos. No es esa loca de tacos que fue a devolverle el Sida a los gringos de Manhattan en los 80 ni la que le robó un beso mojado a Ricardo Lagos. Tampoco la que le escupió los zapatos de cuero al entonces ministro Cruz-Coke, no. Ese era, por entonces, un joven y temeroso Pedro Mardones, y esas historias marchitas no son sino hoy la prueba del tránsito de su autor hacia la yegua apocalíptica que emborrachó el gay town de Santiago. Me niego a creer que el Espinoza, ese solterón amanerado y que protagoniza un relato que lleva el mismo apellido por título, haya sido la prehistoria del artista y escritor con más amores que amigos y al que recordamos hoy, a cuatro años de su temprana muerte. Acaso por eso nunca quiso publicarlos realmente. Y acaso debieron quedarse por siempre sobre el papel kraft en que fueron impresos apenas 300 veces. Los más inconsolables dirán que era otro Chile. Que a los maricas se les asesinaba por maricas, y que ese temor infame se huele en esas historias. Historias con gusto a periferia, eso sí, pero también a crueldad y placer inhibidos por este país y su antigua silueta de fusil. Que mejor queden para el consuelo de sus lectores más inconformistas, y me incluyo. Para la academia obsesa, y también para el frote de manos de buitres editores. Pero ya que están ahí, brincando sobre una lengua enroscada, que al menos nos traigan un espejismo suyo de vuelta. Alguna pista que ayude a orquestar la fantasiosa idea de verlo afilar su lengua y atacar este presente absurdo.
Reseña de Pedro Bahamondes