Culpa
Ferdinand Von Schirac
Salamandra, 2010
Sin leer la solapa ya sabemos que el escritor sabe de leyes, acusaciones y defensas; que se mueve en el mundo, desconocido para la mayoría, de los tribunales de justicia. No por lo hermético del lenguaje, al revés, por la precisión y la economía con que usa las palabras. Y por el afán, presente en cada una de las historias, por no juzgar apresuradamente.
El autor ha participado en más de 700 casos judiciales a lo largo de su carrera como abogado y ha logrado quince perfectos relatos como escritor. En cada uno de ellos logra, a pesar de la crudeza de sus descripciones, acercarse con ternura a las víctimas y con algo de compasión a los victimarios. El autor nos recuerda, con inteligencia y sobriedad, que es el sentimiento de culpa que aparece en medio de la miseria, lo que nos recuerda que somos humanos.
“Había personas decentes con trabajos decentes: corredores de seguros, propietarios de concesionarios, obreros. Gente respetable. Casi todos estaban casados, tenían hijos, pagaban sus impuestos e hipotecas y veían el telediario de la noche”
Ferdinand Von Schirac
Salamandra, 2010
Sin leer la solapa ya sabemos que el escritor sabe de leyes, acusaciones y defensas; que se mueve en el mundo, desconocido para la mayoría, de los tribunales de justicia. No por lo hermético del lenguaje, al revés, por la precisión y la economía con que usa las palabras. Y por el afán, presente en cada una de las historias, por no juzgar apresuradamente.
El autor ha participado en más de 700 casos judiciales a lo largo de su carrera como abogado y ha logrado quince perfectos relatos como escritor. En cada uno de ellos logra, a pesar de la crudeza de sus descripciones, acercarse con ternura a las víctimas y con algo de compasión a los victimarios. El autor nos recuerda, con inteligencia y sobriedad, que es el sentimiento de culpa que aparece en medio de la miseria, lo que nos recuerda que somos humanos.
“Había personas decentes con trabajos decentes: corredores de seguros, propietarios de concesionarios, obreros. Gente respetable. Casi todos estaban casados, tenían hijos, pagaban sus impuestos e hipotecas y veían el telediario de la noche”