Historia de Ratones
Arnold Lobel, 1972
Kalandraka, España, 2006
Tras una encuesta realizada por una universidad alemana a todos los niños del mundo (salvo tres, que en el momento en que el encuestador pasó estaban durmiendo) se llegó a la conclusión de que a muchos de ellos (no se sabe el porcentaje exacto, ya que el encuestador perdió algunos cuestionarios mientras atravesaba una tormenta de nieve) sienten especial inclinación por los cuentos protagonizados por animales. Más aún si se trata de ratones. E incluso un poco más si esos ratones se visten con chaquetas, botas y sombreros que si se miran desde arriba tienen el tamaño exacto de una moneda de diez pesos.
Arnolb Lobel, el escritor nacido en Estados Unidos en 1933 –conocido por los niños, a los que poco y nada les importa el nombre de los escritores, como el padre de Sapo y Sepo– no se enteró de los resultados de esa encuesta pero igualmente escribió Historia de Ratones.
Llega la hora de dormir y unos hermanos ratoncitos le piden a su padre, el Sr. Ratón, que les cuente un cuento (en eso y en muchas otras cosas los ratones se parecen a los niños). Y tienen mucha suerte, porque su padre decide contarles varios cuentos en lugar de uno: un pozo de los deseos que se queja cada vez que le tiran una moneda; nubes con forma de gato que se divierten asustando a los ratones pequeños; un viaje que de tan largo que obliga a su protagonista a conseguir unos pies nuevos; y un ratón tan sucio, como empeñado en ser limpio, que termina empapando con el agua que sale de su bañera a toda una ciudad.
Cuentos simples y dulces, cuentos para niños, como solo Arnold Lobel supo escribirlos. No lo dijo ninguna encuesta, pero una niña de siete años me dijo hace poco que era su libro preferido y eso en la Tabla de Proporciones Internacional equivale más o menos a tres encuestas y media.