Neltume
Una nueva revolución
Pablo Tironi
Neltume, febrero de 1972. Inesperadamente, junto a un pequeño grupo de compañeros de cuarto año de Ingeniería Forestal, nos mandan a hacer parte de nuestra práctica estival al aserradero de Neltume. Todos somos amigos pero tenemos algo más en común; todos somos de tendencia izquierdista.
De esto hace casi 50 años. Allende había asumido el gobierno hacía apenas tres meses. El país estaba en paz y muchos estábamos expectantes de lo que traería el nuevo Chile socialista.
Después de unas 10 horas en jeep desde Pucón vía Curarrehue, llegamos a Neltume, el centro de una extendida “toma” de fundos madereros que abarcaban desde Liquiñe al Lago Huispe y desde la frontera hasta Puñir, a medio camino entre Choshuenco y Panguipulli.
Nos recibe don Jesús Ibáñez, administrador de la fábrica que trata de mantener su autoridad entre sindicatos y Comités de Producción que ya controlan la región.
Nuestra tarea, que asumimos con toda responsabilidad y disciplina, a pesar de lo tediosa, era contar y medir todos los trozos que se habían acumulado esa temporada a la orilla de los caminos y huellas de madéreo de los diferentes fundos que abastecían de madera a la fábrica.
Salíamos con los obreros forestales a las 6 de la mañana, en camiones descubiertos, hasta los diferentes sectores de corta y pasábamos el día en nuestra tarea de contar y medir para volver a las cuatro de la tarde en los últimos camiones a la casa que nos habían asignado en el pueblo. A esa misma casa llegaban por la tarde los compañeros de la Universidad Austral que estaban trabajando en la cuestión política intentando fortalecer la unidad de los trabajadores. Ahí debo haber conocido al comandante Pepe, aunque no lo recuerdo.
Fue una oportunidad inigualable para conocer esta zona, su gente, su pobreza y, sobretodo, sus habilidades con los bueyes, el hacha y la moto sierra junto a su ingenio para mover troncos de varias toneladas utilizando la fuerza de la gravedad y palancas.
Noviembre de 2019. Vuelvo a Neltume, esta vez como turista con mis 70 años a cuestas, sin rastros del ímpetu de juventud que nos movían en los años setenta pero en medio de una crisis que remece a Chile y que nos recuerda la fugacidad de nuestros paradigmas.
Sí. Hoy Neltume, Huilo Huilo, Puerto Fuy, Quebrada Honda, El Depósito, Pirihueico, Quechumalal, y los demás fundos son diferentes. Después de ser, por un brevísimo tiempo campos de experimentación socialista, pasaron a ser parte de un insostenible proyecto productivo estatal – el Complejo Forestal y Maderero de Neltume – para terminar en manos de un grupo de afortunados. Algunos de ellos los intentaron poner nuevamente en producción y otros se los reservaron para su exclusivo solaz.
La excepción fue la creación de la Reserva Biológica del Huilo Huilo establecida entre los Lagos Neltume y Pirihueico por el empresario minero Víctor Petermann que ha creado un centro turístico del más alto nivel y con una diversidad de atractivos que lo hacen único en Sudamérica. Hoteles, museos, teleférico, buenos restaurantes, una cervecería artesanal, canchas de esquí, deportes náuticos y muchas otras atracciones llevan hasta Neltume a turistas de todo el mundo. Pero lo más importante, Petermann ha sido capaz de valorizar una importante extensión del bosque natural sur-andino por los productos intangibles derivados de la conservación de la naturaleza. Un esfuerzo encomiable para una revolución sustentable.
Pero la mayoría de los que visitan esta zona desconocen su historia. Una historia de trágicas equivocaciones, de dolor, abuso y venganza. De conocerla los turistas, incluso los de tránsito hacia Argentina, agregarían una nueva dimensión a su visita y los nombres de cada uno de los lugares les evocaría para siempre a los hombres y mujeres que ganaron en la conquista de la naturaleza y perdieron jugándose por una causa en la que estaban prácticamente solos.
José Manuel Bravo Aguilera, oriundo de Neltume, escribe un relato testimonial de lo ocurrido en Neltume desde su infancia hasta enero de 1974 en su libro “De Carranco a Carrán” (LOM Ediciones, Colección Memorias, 2012). Cuenta la historia desde el lado de los perdedores, los perseguidos, aquellos que intentan salvarse de la represión pensando que en todo el país la resistencia al golpe militar está organizada cuando en realidad solo hay un desbande generalizado de las fuerzas que sostenían la propuesta popular. El protagonista y un grupo de militante del MIR – más bien de nombre que de convicción- son abandonados a su suerte sin contacto alguno con la supuesta orgánica revolucionaria que es desmembrada en los primeros días de la asonada militar.
De Carranco a Carrán
José Manuel Bravo Aguilera
LOM Ediciones, 2012.